La primera vez que escuché la palabra procrastinar con altos niveles de consciencia, fue en una entrevista de trabajo, la cual me hacía una colaboradora de la empresa, quien era parte activa del panel de reclutamiento y selección, para la posición que yo aspiraba. En nuestro ameno espacio conversacional, me repetía varias veces, de una u otra forma, que la persona a la cual yo le iba a reportar procrastinaba siempre y me aconsejaba estar preparada para enfrentar esa situación.
Sinceramente en el momento no lo entendí, pero al vivirlo fue totalmente diferente. Lo expreso de esta manera, porque ciertamente fue un proceso de aprendizaje para mí, debido a que mi naturaleza es accionar constantemente, no queriendo decir con esto, que este sea el estilo ganador. Con los años he ido entendiendo, lo importante de vivir en balance y que si bien soy creyente de que las acciones son las que te traen verdaderas transformaciones, desafíos y conocimiento de tus propias capacidades, también es cierto que hay que hacer la pausa, tomar el tiempo y analizar para decidir el mejor escenario.
Ahora, una cosa es tomarte un tiempo para contextualizar la situación, determinar sus pros y sus contras, dibujar claramente las consecuencias de cada paso, y otra cosa muy diferente es detener los procesos, porque te sumerges en el arte de procrastinar.
Procrastinar te conecta sin duda, con detener sin sentido decisiones, para ganar un supuesto tiempo donde sería más conveniente actuar. En este orden de ideas, podemos afirmar que la procrastinación tiene que ver con una pérdida de tiempo consciente, la cual ocurre generalmente por:
- Hacer las cosas por obligación y no por convicción.
- Vivir en el perfeccionismo y no permitirse vivir en el optimalismo.
- Miedos e inseguridades que paralizan.
Desde mi criterio, es un tema profundo que conecta directamente con la autoestima del individuo, quien, por diversas razones, tiene una concepción de sí mismo pobre y en el fondo se protege simplemente al no decidir, de allí se activa el mecanismo de excusarse o peor aún culpar y exponer a otros porque las cosas no ocurren.
Algunas investigaciones afirman que la personas que procrastinan, al hacer un estudio del cerebro, muestran una amígdala más voluminosa, lo cual afecta la toma de decisión del individuo, por lo que según estos estudios hay una relación directa.
Lo cierto es que, como todo en la vida, cuando hay un diagnóstico debe hacer un tratamiento y más cuando ese diagnóstico afecta a otros. En este sentido, el procrastinador debe empezar por admitir que lo es, y la pregunta que cabe es ¿cómo lo descubre?, desde mi opinión, prendiendo su auto-observador para mapear las diferentes situaciones de su vida y de esta manera evaluar su comportamiento ante las mismas. Un amable recordatorio en ese sentido: somos hábiles para contarnos historias que no son, y constantemente excusarnos, y la procrastinación sabe mucho de este tema.
Algunos tips adicionales para dejar de procrastinar:
- Detectar cuando te estás poniendo excusas para realizar algo.
- No confundir procrastinar con falta de organización.
- Revisar tus miedos: al éxito, al fracaso, a los juicios etc. Una vez identificados, míralos a los ojos y decide enfrentarlos e invítalos a que te acompañen.
- Sigue tu agenda, y maneja la flexibilidad cuando lo amerite, no cuanto te convenga.
- Empodérate de tus decisiones y no busques responsabilizar a otros, de eso se trata crecer.
La pregunta clave es: ¿Te consideras procrastinador? Si la respuesta es afirmativa. ¿Cuál es tu plan?
Me despido recordándote que la buena nota de la vida, siempre eres tú.
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